Escribió Unamuno que toda persona intelectualmente inquieta tiene, la sensación de ir acompañada.

Escribió Unamuno que toda persona intelectualmente inquieta tiene, en numerosas ocasiones a lo largo de su vida, la sensación de ir acompañada, de llevar su existencia protegida y alumbrada por una verdadera procesión -como si de una «Santa Compaña» se tratase- de fantasmas bienhechores, maestros en el mejor sentido de la palabra, que revelan nuestra más genuina identidad personal, al hacer surgir, en los centros más activos de la conciencia, los primeros procesos de autoconocimiento.

No vemos con los ojos, sino con el cerebro; de ahí que muchas veces veamos cosas que no están delante de nosotros, cosas que a veces llamamos apariciones, fantasmas o visiones, conceptos, todos ellos, que obedecen al término genérico de «alucinaciones». Una alucinación es una percepción que no corresponde a ningún estímulo físico externo. Sin embargo, la persona siente esa percepción como real. En ese sentido es distinta de la ilusión, que es una percepción distorsionada de un estímulo externo efectivamente existente.

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