Ahora le toca a Sant Pere Pascua

Ahora le toca a Sant Pere Pascual agosto 24, 2018 Cultura Valenciana 0 comentarios llengua valenciana, Ricart García Moya, Sant Pere Pasqual Per Ricart García Moya. Revista Renou Nº 64 Lo devoran todo y a todos. Ahora le ha llegado el turno a Pedro Pasqual, prejaimino pesadilla de filólogos integristas. El ataque lo ha desencadenado una revista religiosa en un monográfico dedicado a negar la existencia de mozárabes valencianos y el consiguiente romance autóctono antes de 1238. En tono burlesco, Jaume Riera i Sans, secretario, del Archivo de la Corona de Aragón, afirma que S.Pedro Pasqual fue un “invento” del siglo XVII y -desde la pedantería soez- desprecia a los valencianos que “les falta la luz de la inteligencia y propagan tales disparates históricos” (p. 35). Pero oculta datos. No dice que en la Biblioteca. de la Universidad de Barcelona -tres paradas de Metro de su lugar de trabajo- se halla el manuscrito “Sant Pere Pasqual”. Disputa del bisbe de Jaen contra los jueus”, fechado en el siglo XV; o que Iván de la Presentación testifica la existencia en poder del obispo de Tortosa de una copia de “la Biblia Pequeña, escrita por S. Pedro Pasqual en lengua materna de los valencianos en 1290” (EI Machabeo. Madrid, 1671, p. 51 ). Y él sabe que la persistencia del mozarabismo está documentada por textos como el siguiente: “No sólo en España, pues en la misma Africa, en tiempos de Fernando III y en el de Juan I, se hallaron en la ciudad de Marruecos, christianos que en la antigua religión de sus padres vivían (….) y lo mismo se hallaron en la ciudad de Túnez ahora en nuestros días, cuando el emperador Don Carlos conquistó aquel reyno de Barbarroja” (Garibay, E.: Los cuarenta libros. Barcelona 1628, p. 325). Es decir, si hacia 1540 sobrevivían en Túnez – crisol de integrismos islámicos, de donde partían en Guerra Santa contra la península- colectivos similares a los mozárabes valencianos ¿por qué tuvieron que desaparecer en el Reino? Si la fuente anterior no convence a los inmersores de la revista, podrían darse una vuelta por Egipto -subvenciones les sobran- y constatar la presencia de los cristianos del Nilo; o al patriarca Chenonda celebrando misa en la catedral de EI Cairo. Son reliquia viva del Egipto preislámico, con tradiciones y ritos que. ni los turcos medievales o el terrorismo fundamentalista logró destruir. Los mozárabes valencianos que acudían a San Vicent de la Roqueta no serían tratados con mayor rigor que los egipcios. En 1995, en la parte antigua de EI Cairo los fieles de la iglesia de EI-Moallah siguen impertérritos con su calendario juliano y la doctrina del monofisismo. Fray Diego Aedo pudo observar en Argel, hacia 1600, que “los moros Azuagos y sus mujeres y sus hijos suelen traer una cruz tallada en la carne, en la mano derecha. Quedóles esta costumbre desde el tiempo de los vándalos, los quales, para conocer que éran Christianos, mandaban que todos andasen señalados con la cruz (…) ellos dicen que la traen porque son descendientes de christianos antiguos” (Aedo, D.: Topographia de Argel. VaIladolid, 1612, f.8). Estos moros -que en 1600 llevaban con orgullo la cruz-, ocupaban en Argel un barrio de cien casas. EI cristianismo pervivió en los territorios controlados por el islam. Otra prueba: en abril de 1510 visitaron Valencia ocho frailes etíopes; venían de Roma “de dar obediencia al Pontífice y celebraron en el convento de Predicadores de Valencia la Misa Mayor y procesión” (Urreta, L.: Historia. Valencia, 1610, p. 606). Otro monje negro que visitó el Reino un siglo después -hospedándose en el Convento de Predicadores- traía documentos en lengua etiópica con detalles sobre la liturgia y ritos, como “ponerse tres puntos en la frente cuando se bautizaban los etíopes” (p. 483). La redacción de la revista, empeñada en catalanizar a los valencianos y aniquilar obstáculos como San Pedro Pasqual, invita al lector a “degustar amb fruïció” (p.3) su cacería de mozárabes a cargo de expertos como el citado Jaume Riera i Sans, que -con soberbia- se burla de los dos cronistas valencianos y sugiere al lector que lea sus obras “si quiere sentir compasión de su analfabetismo (p. 35). Para Sans, los que se oponen a su tesis son mentirosos o estúpidos. Pues lo siento, pero me fío más de las noticias que en 1671 transmitía Baltasar Sapena, pues ¿cómo iba a falsear que en “la capilla mayor de la iglesia de los Mártires de Granada, a la parte del Evangelio” aparecía grabado en piedra junto a los nombres de otros religiosos el de “F. Petri Paschasi.i Valentini Gienensis Episcopi”?; o que en el “Convento de Religiosos Mercedarios en Xerez de la Frontera” tenían pinturas y esculturas con la inscripción “Fr. Petrus Paschasius de Valentia” (Sapena, B.: La cándida flor. Valencia 1671, p. 23) . Son datos
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